Seguro que después de la visita, y con el sabor de San Chepe en el paladar, entenderemos un poco mejor a los ticos y disfrutaremos más del viaje.
Si nos alojamos en el centro podemos llegar paseando al Parque Central, saludar la efigie del cacique Garabito, rodear su Templo de la Música y sus jardines, cruzar la Avenida 2ª frente al Teatro Melico Salazar y llegar al Teatro Nacional, frente a la Catedral.
La Plaza de la Cultura, junto al Teatro Nacional, suele estar atestada de lugareños y turistas, pero desde ella se llega al Museo de Oro precolombino, que además de una colección invaluable de piezas de oro precolombinas expone representaciones de animales como jaguares o ranitas.
Resumiendo, a poco bien que se nos dé, nos resultará fácil encontrar los encantos de esta ciudad viva, donde disfrutar de restaurantes típicos o internacionales, tiendas de todo tipo y gentes con ganas de agradar. Por descontado que hay barrios peligrosos y feos, pero en qué ciudad no.
Una copa en algún local de moda, un maravilloso helado de la POPS, un rico tamal con gallo pinto o un cafecito negro en la soda Tapia, junto a la Sabana, son placeres al alcance de cualquiera.
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